domingo, 10 de junio de 2012

CHICUELOS HABLEMOS DE VERDADEROS TEMAS....

LA SEXUALIDAD Y SU ADAPTACION SOCIAL A LAS CIRCUNSTANCIAS SOCIALES



En la actualidad los adultos jóvenes se enfrentan con algunos conflictos sexuales suplementarios que vienen a ser una especie de reacción antagónica del lema "cualquier cosa vale" de las décadas de 1960 y1970. Por ejemplo, si bien en los últimos treinta años se ha producido un cambio de actitud espectacular en lo que atañe a las relaciones sexuales prematrimoniales, la promiscuidad sexual sigue siendo objeto de reprobación más o menos larvada. Además, si bien la mayoría de los solteros, hombres y mujeres, estiman que no es necesario querer a la pareja de turno para tener relaciones sexuales placenteras, se empieza a observar un desencanto creciente en lo que concierne al sexo fortuito o accidental y a los amores de una noche.
    
Despertar al amor
Aunque para ti sigan siendo unos niños, tus hijos de 12 y 13 años ya están entrando a la adolescencia y empezando a descubrir sensaciones cuyo origen y significado debes explicarles tú misma, si es que quieres que aprendan a manejarlas de una manera saludable y positiva. No es una tarea sencilla, pero tampoco imposible, si es que te dejas orientar.

Animados por las imágenes de amor y placer intensos que suelen mostrarles las series de televisión y las películas de cine, muchos jóvenes se entregan excesivamente ilusionados a la actividad sexual
El mismo consejo es válido si descubres que tus hijos ya tuvieron su primera relación sexual. En tal caso, mucho más sano que detenerte en sanciones, es orientarlos de la forma más clara posible en el uso de anticonceptivos y del condón, y acostumbrar a tus hijas a visitar al ginecólogo por lo menos una vez al año.

LA SEXUALIDAD DEL ADOLESCENTE Y DEL JOVEN
 EL PERIODO DE LA ADOLESCENCIA


Comprende de los 12 a los 19 años, es una época de rápidos cambios y difíciles empresas. El desarrollo físico es sólo una parte de este proceso, porque los adolescentes afrontan una amplia gama de requerimientos psicosociales: independización de los padres, consolidación de las cualidades necesarias para relacionarse con los compañeros de la misma edad, incorporación de una serie de principios éticos aplicables a la realidad práctica, fomento de las capacidades intelectuales y adquisición de una responsabilidad social e individual básica, por nombrar sólo algunos. Pero a la vez que el adolescente se encara con tan compleja sucesión de dificultades concernientes a su evolución conjunta como ser humano, debe dirimir su sexualidad aprendiendo el modo de adaptarse a los cambiantes sentimientos sexuales, escogiendo cómo participar en las diversas clases de actividad sexual, descubriendo la manera de identificar el amor y asimilando los necesarios conocimientos para impedir que se produzca un embarazo no deseado. No es extraño que en ocasiones el adolescente sea víctima de conflictos, sufrimiento y desconcierto.


Por otro lado, la adolescencia también es una etapa de hallazgo y eclosión; una época en que la maduración intelectual y emocional corre paralela con el desarrollo físico y genera una libertad y un creciente apasionamiento vital. La adolescencia no es únicamente un periodo de turbulencia y agitación, como quieren las concepciones tradicionales, sino que, a la vez, suele ser una fase de goce y felicidad que marca el tránsito agitado y tumultuoso al estado adulto (Offer y Offer, 1975). La naturaleza paradójica de la adolescencia se patentiza sobre todo en la esfera de la sexualidad.
Aspectos psicosexuales de la adolescencia.


Fantasías sexuales
Los sueños y las fantasías sexuales se tornan más frecuentes y explícitos en la adolescencia, muchas veces como elemento auxiliar de la masturbación. Parece ser que la fantasía, en el marco de la adolescencia, cumple varios cometidos: realza por lo general el placer de la actividad sexual; puede sustituir a una experiencia real (pero inasequible); origina excitación o provoca el orgasmo; constituye una especie de plataforma de ensayo mental de cara a ulteriores situaciones sexuales (aumentando la tranquilidad y anticipándose a posibles problemas, igual que ocurre con el ensayo de cualquier otra actividad) y, en fin, supone un medio de experimentación sexual sin riesgos, controlable y nada conmocionante. La experiencia del adolescente, en cuanto a la exploración del alcance y aplicabilidad de las fantasías, repercute decididamente en su actividad sexual y en la propia seguridad a la hora de desempeñarse sexualmente en fases posteriores.
     

Independencia
A medida que el adolescente pugna por consolidar un sentido de identidad e independencia personal con respecto a sus padres y a otras figuras autoritarias, adquieren gran importancia las relaciones recíprocas con los compañeros y compañeras de la misma o parecida edad. Así, por ejemplo, la necesidad de libertad que experimenta el adolescente se acompaña normalmente del imperativo de ser como sus amigos, por más que en ocasiones ambas exigencias sean contrapuestas o antagónicas.

Las presiones del grupo de edad a que pertenece el adolescente varían según las colectividades sociales.
En su ansia por liberarse de la supervisión de los padres y de los adultos, algunos adolescentes ven en el sexo un medio de demostrar su aptitud para tomar decisiones propias y de presentar cara a la escala de valores de la otra generación. Pero la conquista de esa libertad no es tarea fácil, ya que los adolescentes adquieren de un modo y otro un considerable legado sexual de sus mayores y de la generación correspondiente en el que se incluyen pautas discriminatorias hacia el sexo femenino y un intenso sentimiento de culpabilidad sexual. Han cambiado antes las actitudes que la conducta, puesto que hoy está muy extendida la idea de igualdad entre ambos sexos No obstante, perdura en ciertos aspectos el criterio de la superioridad del varón. Aún se espera que sea éste el que tome la iniciativa sexual, y si es la mujer la que lo hace, lo más probable es que se la tache de "atrevida" o "calentorra". Los adolescentes no se han desembarazado de todo vestigio de problemas sexuales, mala información y desconcierto en materia de sexualidad; más bien parece que hayan sustituido determinados problemas por otro contingente de dificultades.
Reacciones paternas
Muchos adultos dan la impresión de sentirse amenazados por las pautas del adolescente en esta materia y tratan de regularlas de manera ilógica, como lo demuestra el hecho de que se pretenda a veces suprimir la educación sexual en las escuelas ("les llenaría la cabeza de malas ideas"), restringir la información sobre métodos anticonceptivos ("que sigan teniendo miedo a quedar embarazadas"), censurar libros y películas o, sencillamente, fingir que la sexualidad del adolescente no existe en absoluto. Por fortuna, no todos los padres adoptan una visión tan negativa de la sexualidad juvenil y en algunos casos asumen posturas más liberales. También es importante constatar que la conducta sexual del adolescente puede crear inquietud en los progenitores. A muchos padres les preocupa que sus hijos adolescentes se vean atrapados en un embarazo involuntario, conscientes de que, aun cuando él o ella dispongan de medios anticonceptivos, quizá no los sepan utilizar eficazmente en el momento preciso. Los padres también se inquietan, y no sin motivo, de que sus hijos adolescentes puedan contraer una enfermedad venérea.
Pautas de conducta sexual.
                  
La masturbacion
Kinsey y colaboradores (1953) detectaron una marcada diferencia en cuanto a la incidencia de la masturbación en los varones y en las mujeres. No obstante, la tendencia actual indica un aumento de la masturbación en las muchachas adolescentes.
La masturbación cumple en los adolescentes varias funciones de importancia, como son el alivio de la tensión sexual, el constituir una forma inocua de experimentación sexual, la mejora de la autoconfianza en el desempeño sexual, el dominio de los impulsos sexuales, la mitigación de la soledad y una válvula de escape de la tensión y el estrés generales.
Las caricias (petting)
Kinsey y colaboradores lo definen como el contacto físico entre varones y mujeres con miras a lograr la excitación erótica sin realizar el coito. Recientemente, un estudio basado en entrevistas con estudiantes de ambos sexos de primer año de universidad, a los que se preguntó sobre sus experiencias sexuales en el instituto de secundaria, puso de manifiesto que el 82 % tuvo estimulación genital con su pareja, y que el 40% de las muchachas y el 50% de los chicos habían tenido orgasmos durante el petting (Kolodny, 1980).

El petting debe contemplarse a la luz de los cambios de actitud que hoy se observan en la conducta sexual del adolescente. Además de practicar buen número de actividades sexuales a edad más temprana que otras generaciones, muchos de los adolescentes de nuestros días han prescindido de la costumbre de "salir" o darse cita con compañeros o compañeras y de "entablar un noviazgo" formal, y se atienen a pautas de interacción social menos estructuradas.
     
El coito
La primera experiencia coital puede constituir un episodio de dicha, goce, intimidad y satisfacción o, por el contrario, originar inquietud, desengaño y culpa. Es un error deducir que los chicos y chicas que tienen su primera relación coital a edad más temprana son por ello mismo promiscuos, ya que muchos adolescentes jóvenes se limitan a realizar la experiencia con una misma compañera en cada ocasión. También debe tenerse en cuenta que no pocos adolescentes que ya no son vírgenes realizan el acto sexual con escasa frecuencia. En el caso de algunos muchachos, sobre todo los que "probaron" efectuar la cópula por el afán de experimentar, desvelado el misterio hallan menos intrigante y apetecible la relación sexual y pasan largos periodos sin hacer el amor o copulando de tarde en tarde, impulsados a veces por el deseo de encontrar "la persona adecuada". Los adolescentes que mantienen una relación amorosa que permanece desde hace tiempo, suelen realizar el coito con bastante regularidad.
En los últimos años se ha puesto de manifiesto que entre los adolescentes con experiencia sexual está emergiendo un contingente que se muestra desengañado, insatisfecho o turbado en lo que atañe a su vida sexual. En ocasiones se trata de muchachos o muchachas que esperaban tanto de esa primera experiencia que luego se sienten poco menos que frustados o estafados si la situación no resulta conmocionante. Otros padecen trastornos sexuales que les han impedido gozar del contacto íntimo. Un tercer contingente está constituido por adolescentes que en un principio gozan con la experiencia sexual, pero que pierden interés por ella cuando se dan cuenta de que la relación con el compañero o compañera tiene tan sólo una motivación sexual, o cuando se rompe el vínculo y una parte se siente utilizada o manipulada. Buena parte de esos optan por la continencia para salir del paso, en la confianza de que cuando sean mayores- o cuando den con la pareja adecuada- las cosas serán de otro modo. Por último están los que, siendo sexualmente activos, hallan escaso o nulo el placer en las relaciones íntimas.
Experiencia homosexual
Los estudios de Kinsey pusieron de manifiesto que muy frecuentemente los adolescentes varones habían tenido al menos una experiencia homosexual, en tanto que el porcentaje de experiencias lésbicas entre muchachas era muy inferior.
Conviene tener presente que un encuentro aislado entre dos adolescentes del mismo sexo o una pauta efímera de actividad homosexual no basta para afirmar que el individuo tenga una inclinación de este tipo. La mayor parte de los adolescentes que han tenido experiencias homosexuales no se ven como tales y, ya adultos, su conducta es heterosexual. Aun así, hay adolescentes que albergan sentimientos de culpa y se muestran ambivalentes respecto a su orientación sexual como consecuencia de un solo episodio de ese género, lo que les turba emocionalmente.

El adolescente que se inquieta ante la idea de ser homosexual reacciona de muy diversas formas. Los hay que evitan toda relación con individuos del mismo sexo a la vez que tratan de reforzar su identidad heterosexual saliendo con chicas y entregándose a contactos amorosos heterosexuales. Otros optan por evitar todo tipo de situaciones sexuales. Además, están los que se tienen por bisexuales, los que estiman que la excitación homosexual es una etapa transitoria que dejarán atrás, y, en fin, los adolescentes que recaban la ayuda de un profesional para salir de apuros.
Algunos adolescentes "sienten" de manera intuitiva que son homosexuales, o bien superan el desconcierto inicial acerca de su identidad sexual y asumen de forma positiva la homosexualidad. Estos últimos suelen consultar libros sobre el tema, buscan la compañía de otros homosexuales y aspiran a introducirse socialmente en la subcultura homosexual. Estas personas se enfrentan con algunas dificultades en virtud del concepto hoy vigente sobre la homosexualidad y no confiesan sus preferencias sexuales a la familia o a los amigos (lo que se conoce como coming out, es decir, "salir a la superficie") hasta más tarde, y eso suponiendo que decidan hacerlo.


¿Cómo ve la sociedad a los adolescentes?
Muchas de las características que se aprecian hoy en los adolescentes no son consecuencia de lo que ellos quieran ser o hacer, sino de etiquetas que la sociedad misma les ha puesto.
James Anthony, en su artículo “Las reacciones de los adultos ante los adolescentes y su comportamiento”, presenta cinco estereotipos de los adolescentes:
Objeto peligroso y en peligro
En todas las épocas se ha percibido la potencial peligrosidad de este período de transición. La imagen del “verdugo”, que persigue al adulto aterrorizado, llama la atención sobre la sorprendente transformación en la vida del individuo por la cual el adolescente débil y desvalido se convierte en una figura potente y amenazadora que atemoriza al adulto de quien antes dependía para su subsistencia y seguridad.
Por otra parte, el adulto toma la forma de la marcada inquietud por la seguridad del joven, y puede expresarse en medidas prácticas para protegerlo contra una exposición prematura a las tensiones físicas y emocionales del mundo adulto. Se protege legalmente al menor contra la explotación por parte de adultos sin escrúpulos; y aquél suele reaccionar ante esa protección considerándola “sobreprotección”, y viendo en las prohibiciones que le imponen modos de frustrar sus impulsos normales y necesarios. Percibe rápidamente la hostilidad que encubre tal solicitud, y a menudo reacciona ante el primero de los dos componentes de la ambivalencia adulta.

· Objeto sexual
A pesar que en la actualidad obtener información de sexualidad es tan fácil (periódicos, Internet, tv, revistas, etc.) parecería que las primeras manifestaciones del impulso sexual son pasadas por alto o catalogadas como “juegos de niños”, por lo cual no se les toma en serio.
Las respuestas varían según las familias. En algunas, la sucesión de acontecimientos de la pubertad es compartida del mismo modo que otros hechos, mientras que en otras se los silencia confinándolos a los ambientes privados del dormitorio y el baño.
Tres tipos de padres:
- Hay padres que ven en ese acontecimiento la consumación de su propio desarrollo psicosexual, que completa el ciclo de las generaciones.
- Hay otros que sienten una lasciva curiosidad por la tímida y titubeante sexualidad del novicio, y disfrutan vicariamente estimulando su aparición y burlándose de su incompetencia.
- Un tercer grupo de padres, sexualmente muy reprimidos, suele reaccionar con desolación y desagrado ante la menor manifestación de emociones eróticas.

· Individuo inadaptado

Hay crecientes evidencias antropológicas y sociológicas en el sentido de que la sociedad logra el tipo de adolescente que ellos esperan y se merecen, y esto se aplica también a quienes tienen contactos cotidianos con los adolescentes. En una encuesta reciente efectuada entre maestros, más del 80% de ellos suscribieron la opinión de que la adolescencia es una fase de “gran perturbación afectiva” y más de la mitad pensaba que a esta edad el individuo “sufre un cambio completo en su personalidad”.
No puede sorprender que los mismos adolescentes comiencen a compartir esta opinión y a suponer que sus cambios de humor y su carácter turbulento son signos de una incipiente insania.

· Objeto de envidia
Resulta claro que “hablando psicológicamente” el adolescente está en un camino ascendente en el momento en que los adultos que cuidan de él se hallan en declinación. Esta básica distinción entre anabolismo y catabolismo provoca en el adulto, comprensiblemente, sentimientos de envidia por el vigor juvenil, la libertad, la frescura y la alegre despreocupación del adolescente. Esta envidia puede manifestarse en un constante menosprecio burlón ante la simplicidad, la torpeza y la inexperiencia mundana del joven. En el peor de los casos puede tomar la forma de actitudes altamente sádicas disimuladas detrás de rituales de iniciación.
· Objeto perdido
Muchos autores se han referido a la depresión que caracteriza a la primera parte de la adolescencia, cuando el joven retira su carga afectiva de sus objetos infantiles. Los hijos pierden a sus padres, pero estos también comienzan a perder a sus hijos, y la depresión que esto les ocasiona suele transformarse en una melancolía clínicamente seria. Los padres experimentan una sensación de vacío en el hogar y una ausencia de los objetivos que los habían motivado tan intensa y persistentemente durante la niñez de sus hijos.
Tal vez intentan desesperadamente recuperar el objeto perdido. Algunos padres hacen todo lo posible para impedir el alejamiento de sus hijos adolescentes, pues no llegan a convencerse de que esa pérdida es tan inevitable y casi tan irreversible como la muerte. Pueden presentarse como objetos aparentemente nuevos, disfrazados de compañeros de juego adolescente, pero el joven percibe fácilmente el viejo objeto en el nuevo y se esfuerza aún más por evadirse. Quizás intenten también vivir al mismo ritmo que los jóvenes, desgastándose en esa empresa, o bien logren impedir el ingreso de nuevos objetos, por lo menos por un tiempo.

    
 En nuestra sociedad, hay familias donde la educación sexual del varón consiste en que el padre le lleva a un prostíbulo para que se inicie sexualmente con una prostituta. En estas circunstancias el joven recibe el mensaje de "debes tener una experiencia sexual, no es necesario el afecto ni la relación con la persona con la que estás; lo importante es que aprendas, sin importar si amas o satisfaces a tu pareja sexualmente". Estos jóvenes aprenden que hay dos tipos de mujeres: "la mujer con la que se disfruta el sexo" y "la mujer con la que se casa y se tiene los hijos".

En otros hogares se da a los hijos varones el mensaje de "ten cuanta experiencia sexual puedas". Este mensaje es el principio que rige muchas conductas sexuales de los jóvenes en nuestra sociedad: sexualmente agresivos, muy poco selectivos en su pareja sexual, conquistadores sexuales no afectivos. Con esta educación, la relación hombre-mujer se convierte en una relación de "sometedor-sometida", "victimizador-víctima", agresor-objeto". Estamos estimulando "la guerra de los sexos" que nos llevará a romper con el concepto básico de familia.

En conclusión, en la familia se pueden aprender muchos aspectos de la sexualidad que tienen que ver con las relaciones físico-afectivas y con los papeles sexuales. Los padres, reflejan en sus hijos los papeles sexuales y los tabúes sexuales existentes en la sociedad, que no necesariamente nos van a servir para crear una relación hombre-mujer positiva.

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